Sentimientos Contrapuestos

No se cuantas veces he oído decir eso de que el buen maestro es aquel que es superado por sus discipulos. Y no digo que no sea verdad, por lógica si sabes enseñar, este te superará, siempre y cuando sea un buen alumno. Si consigues enseñarle lo que sabes y además a que sea autónomo y aprenda por si mismo, la suma es evidente. Todo lo que tu sabes + lo que aprenda él, es = a, un alumno superior al maestro.

Pero muy distinto es oírlo, decirlo o leerlo a que realmente ocurra.

Lo cierto, es que ya me han superado alguna vez, pero ningún alumno en esta nueva etapa de profesor y no es porque no lo esté haciendo bien y no les enseñe adecuadamente, es porque aún no les ha dado tiempo, pero ya se me está preparando el cuerpo. Alguno ya me ha ganado una partida en competición y no tardará en hacerlo por segunda o tercera vez y estamos hablando de un niño que tenía 11 o 12 años. Otro, hace unos días me ha superado en la clasificación de un torneo internacional y tan sólo cuenta con 10 años.

Pero a lo que voy es a lo siguiente: por muy maestro que seas, cuando te gana un alumno se te queda cara de bobo y un remolino de sentimientos, en cascada, que regalaría al mejor de los psicólogos. Es inevitable. De nada te sirve, al menos en ese momento, el decir o pensar, «bueno, lo estoy haciendo bien como profe, este ya sabe más que yo». Y es porque en ese momento no eres su profesor, eres suUntitled_8608326349_l Untitled_8608331625_l rival y que te gane un niño de esa edad hiere en lo más hondo del alma, por no decir en lo más profundo de tu orgullo personal. Y luego está aquello de que pensarán sus padres, aquellos que pagan para que les enseñes y resulta que su niño ya te gana. Y no digamos del público que mira las partidas, sediento de ver ganar al niño, de apenas un metro veinte, a un rival que le dobla en altura y supuestamente en inteligencia. Para que encima, mientras miran la partida, digan unos a otros, pues son alumno y profesor, y menuda tunda le está metiendo el niño, lo tiene frito.

Es por esto, que muchos profesores se abstienen de competir, y privan a sus alumnos de este gran privilegio, que será, vencerlos en justa lid. Les entiendo, porque en cierto modo siento la presión que se te viene encima, cuando te tienes que sentar enfrente de un alumno. Cuando le ganas, lo lamentas, pero cuando te ganan, eso es otro cantar.

En fin, tarde o temprano, he de pasar por este trámite de nuevo, pues es algo que toca aceptar en esta adorable profesión. Sólo pido al público que no me retrate en ese momento, pues para la cara de bobo, ya tengo el espejo. En cuanto al alumno que tenga el privilegio de ser el primero en ganarme al menos tres partidas seguidas, le tendré que felicitar y decir, que será el ejemplo de muchos otros que vendrán detrás, así que presuma mientras pueda, pues luego serán muchos y el mérito estará demasiado compartido para ser tal.

No me queda más remedio que seguir enseñando a todos aquellos pequeños enemigos, astutos alumnos y miniaturizados rivales, aunque esté entre sus objetivos principales el vencer o humillar a sus profesores, pues de otra forma, poco sentido tendría la enseñanza en la que me esfuerzo día a día.

Como profesor me alegraré por ellos, como rival, estoy seguro que no, y es que eso de que te gane un niño, sea alumno o no, es para algo para lo que nunca estaré preparado como rival. Es más si puedo aguantaré sin que me ganen, al menos un par de días más aunque ello me haga pensar que no les estoy enseñando lo adecuadamente. Total, esto es inexplicable, ya no se si soy su enemigo, profesor compañero o amigo, y es que la vida te pone en tesituras a veces insondables, donde los pensamientos dejan paso a los sentimientos.

Espero, al menos de mis alumnos, que cuando me superen, sepan apreciar, el que su profesor estará ahí, para ser derrotado o evitarlo si aún le es posible y que al menos ello les aporte ilusión y una dosis de entusiasmo que les haga aumentar con fuerza su nivel de juego.

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Aún no hay comentarios

  1. Por mi experiencia en jiu jitsu, es relativamente raro que el mejor maestro es también unos de los mejores competidores y vice-versa. Enseñar y competir son totalmente distintos y alguien que valora un maestro por como se compite se está equivocando.

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